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¿Has terminado los deberes?

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Si tú también eres de las que tienes que repetir esta frase una y otra vez, te invitamos a reflexionar sobre la necesidad o no de hacer deberes en casa.

Mañana es uno de Mayo y no hay cole, es uno de esos días que los peques tienen para “disfrutar en familia”, ya que los papis tampoco trabajan – o eso se supone- porque si trabajas en el sector servicios esta afirmación es un tanto discutible. Yo tengo la suerte de ser una de esas madres que no trabajan cuando sus hijos no tienen cole, por lo que preparo los fines de semana y festivos montones de actividades, salidas, visitas a sitios de interés, etc. Mis hijos, junto con papá y mamá, no paran un segundo. ¿O sí?

Mi hijo pequeño tiene 4 años, todavía no sabe que es eso de los deberes, pero el de 8 ya sabe muy bien que son un suplicio. Resulta que papá y mamá han preparado una salida al oceanográfico, pero no podemos ir hasta que él no acabe las 20 sumas llevando, cuatro problemas y la comprensión lectora. O sí, podemos ir y que se nos hagan las tantas de las noche luego para que él termine los deberes.

Cabe decir que escribo estas líneas desde la frustración de una madre que no puede solucionar esta situación. La gran mayoría de los profesores de primaria ven los deberes, no sólo necesarios, sino indispensables para que sus alumnos adquieran los conocimientos que se les está intentando transmitir.

Y yo me pregunto: si no lo ha adquirido en clase, dónde tiene al profesor para preguntar, ¿qué les hace pensar que lo adquirirán en casa solos? o mejor todavía: si un profesor preparado no es capaz de hacerlo entender, ¿por qué una madre/padre que no lo está va a ser capaz?.

No significa esto que los padres/madres sean tontos, ni mucho menos, pero seamos francos, no todas las realidades sociales en nuestro país son los mundos de yuppie – recuerdos de infancia – . En nuestra sociedad, existe el niño que pasa las tardes enteras con la abuela, y a la pobre mujer le va justo leer la lista de la compra, imagina la cara que puede poner si el nieto le dice que busque información sobre el ornitorrinco de Australia en internet. (Por favor, léase abuelo también en cada caso, que no va esto de guerras de sexo).

Existen repetidos argumentos que los defensores de los deberes utilizan y que, como madre – dejando a un lado mi papel de educadora – me gustaría analizar. Son como una especie de decálogo aprendido, como la Biblia de los deberes escolares.

1. Crean hábito de trabajo.

Madredelamorhemoso! Yo dejo a mi hijo a las 9 de la mañana en el cole. Asignatura 1 (45 min exactos gracias a la nueva ley) asignatura 2 (otros 45 min), recreo – si no se le ha castigado sin él por no haber pintado los dibujos que salen en las páginas de matemáticas de los deberes, pero de eso hablaré otro día – Asignatura 3 (45 minutitos del ala) y Asignatura 4 ( otros 45 minutitos). Por fin llega la hora de comer y descanso, pero sólo hasta las 3, porque entonces empieza la tarde y vuelve a tener 2 sesiones con los mismos minutitos. Veamos como voy de matemáticas: 45 minutitos, por 6 asignaturas son 4 HORAS Y MEDIA  de estudio al día, pero claro, el niño crea el hábito de trabajo en la hora que pasa en casa haciendo los deberes y quejándose porque no puede ir al parque a jugar al balón. ¡Ojo! Que yo estoy a favor de la cultura del esfuerzo, pero no a cambio de abandonar la cultura del juego. Y todo esto sin olvidar que durante estas horas los niños deben permanecer completamente callados, sentados en una dura silla de madera y escuchando la misma voz día tras día. Por otra parte, lejos de crear hábito de trabajo lo que hacen es que los niños tengan autentico odio  a los deberes, porque son repetitivos y monótonos. ¿De verdad es necesario que el niño coloree tres páginas del libro de educación física para entender que el deporte se hace con chandal y deportivas? (verídico).

2. Los deberes refuerzan lo aprendido.

Segundo mandamiento. O sea, después de las horas que dedican a estar callados, sentados, escuchando y haciendo las tareas que el profesor tiene a bien ordenarles, llegan a casa, sacan el libro y TACHÁN todo lo que han explicado en clase se les mete en el cerebro y cobra sentido. Mágicamente ahora se les ha quedado grabado a fuego algo que se les había quedado cojo en clase, ¡y todo eso ellos solos! (nótese la ironía)

3. Hay que pedir responsabilidades a los niños.

Totalmente de acuerdo, los niños deben ser responsables de sus acciones, de su material, de su comportamiento para con los compañeros, de sus actitudes. Pero los deberes no son responsabilidades, son obligaciones impuestas a niños, que por su edad, no son responsables de lo que pueden hacer o no en su tiempo. A ver si me explico, volvamos al niño que pasa la tarde con la abuela (de nuevo léase abuelo también) y al que su madre recoge al volver del trabajo. Mamá ha dicho a la abuela que no se preocupe por los deberes, por lo que toca ponerse después de cenar y antes de ir a la cama. ¿Es irresponsable ese niño por hacer los deberes a esas horas? ¿de quién es la culpa de que el niño esté sumando y restando a horas que debería estar acostado?

4. Nos quejamos de los deberes pero los llenamos de extraescolares.

Otra de las disculpas de los profesores para defender su posición. Pero, ¿nos hemos parado a pensar que hay padres que ni siquiera disponen de la abuela (abuelo) que no sabe leer para cuidar de sus hijos y se ve en la obligación de dejar a su hijo en innumerables actividades? Resumimos, encima de que el niño va como una peonza de aquí para allá, al llegar a casa debe dedicar su poco tiempo a las tareas del cole. OJO, que también hay padres que los apuntan sin necesidad, pero, es que están en su derecho de poner a su hijo en relación con otros saberes que consideren oportunos. En este caso, se traspasa la delgada línea roja que separa el derecho de los padres a elegir que hace su hijo en el tiempo libre y el de los profesores a mandar deberes (si es que eso es un derecho)

5. Si no mandamos deberes en vacaciones se olvidan de lo que aprenden.

Séneca dijo una vez “Lo que de raíz se aprende, nunca se olvida” Atención al matiz, hay que aprender de raíz. Muchas veces hablando con mi hijo escucho eso de “eso es así porque lo ha dicho el maestro” pero no entiende ni papa de lo que me está contando.

Recuerdo que un día trajo unas tarjetas sobre minerales para rellenar en casa. ¡Mamá no tiene minerales! a lo que el niño contestó: tranquila mamá, nos han dicho que busquemos en internet. OJIPLÁTICA ME QUEDÉ. No por lo de buscar en internet, sino por los datos a rellenar en cuestión. A través de una foto debíamos averiguar si los citados minerales pesaban mucho o poco, si eran porosos, si se deshacían con el tacto, si brillaban, si reflejaban la luz… ¿En serio? Tanto cuesta tener una de esas cajitas con muchos cajoncitos para poder tocar, mirar, oler… ¿Alguien cree de verdad que mi hijo es capaz de recordar los datos que apuntamos en las tarjetas?

Siempre que hablo con otras mamás me gusta comparar esta situación con la de un matrimonio que se ha separado. Resulta que se nos concede la custodia compartida a las instituciones educativas y a los padres – teniendo en cuenta la obligatoriedad de la escolarización a partir de los 6 años no es una comparación descabellada- y cuando el colegio ejerce su custodia tiene derecho a elegir qué hace con los niños y cómo lo hace. Pero cuando los padres tenemos nuestro tiempo de custodia, tenemos que organizarnos de forma que aquello que viene impuesto por la otra parte se cumpla. ¿nos parecería tan normal que uno de los cónyuges impusiera ciertas tareas al otro en caso de una custodia compartida?

Ojalá en algún momento nos diésemos cuenta de lo que influyen los deberes en la familia. En mi casa la mayoría de las discusiones con mi hijo son por los deberes. ¿Es positivo que creen mal ambiente en el hogar? Prefiero mil veces una tarde feliz en el parque que una tarde repitiendo como un loro “Acaba los deberes”, no sé vosotros.

Por esta razón he hecho muchos de los deberes de mi hijo, lo confieso, soy culpable. Porque si entiende el mecanismo de la suma y de la resta, no veo porque en vacaciones debe llevar 200 operaciones para hacer. He coloreado con él, mientras charlábamos, incluso saliéndome un poco de la línea, por eso de que tiene ocho años y de vez en cuando se le escapa el lápiz. Y ¿Sabéis que ha pasado? que mi hijo es uno de los mejores estudiantes de su clase, es un niño que discurre y sabe solucionar problemas en la vida real, además de ser tremendamente responsable.

Luego nos extrañamos cuando hablamos de abandono escolar, pensad por un momento que tenéis un trabajo que odiáis, que cuando llegáis a casa tenéis que seguir trabajando y que de repente un día os dais cuenta de que podéis dejarlo, la ley te ampara y vas a seguir teniendo un plato caliente en la mesa. ¡Es el paraíso! Y yo me pregunto ¿Qué pasaría si realmente disfrutasen aprendiendo? ¿También renunciarían a ello? En el aire lo dejo…

Soy consciente de que a muchos no les gustará lo escrito, el tema viene de largo y existen miles de defensores de lo blanco y de lo negro, pero mira, al menos me ha servido para pensar qué es realmente lo que me molesta de los deberes.

No me molesta que se acabe en casa una tarea que ha quedado a medias porque era hora del patio – cosa que no suele pasar porque si no acabas no hay patio – No me molesta que pongan a prueba la imaginación y la creatividad de los niños, como por ejemplo, creando una historia o un cuento del revés. Lo que de verdad me molesta es que tengan a mi hijo sentado en una silla de madera, después de haber estado sentado en otra silla la mitad de su día, para repetir en una hoja una y otra vez que 2×2 son cuatro porque lo dice el maestro, mientras toda la familia espera para hacer lo que nos dé la gana hacer en nuestro tiempo.